Supongo que ya me doy cuenta de todas aquellas cosas que en su día no quise ver. Sé, ahora sé, que no se pueden formar lazos tan rápido después de romper otros; claro que por entonces yo no quería verlo. Al igual que estaba tan cegada que me era imposible transportar esas mentiras escondidas a nosotros mismos. Repaso los errores que dejé pasar, aún sabiendo que era necesaria su solución. Quizás cada palabra, cada actuación y cada hecho, fuera a formar parte de los pilares de un gran engaño. Pero, está claro, para mí fue mucho más que eso. Formó parte de mi sonrisa bobalicona, de buscar sitios perdidos, compartir recuerdos, soñar, imaginar, afrontar miedos, y por encima la cosa más arriesgada y tonta de todas: amar.
Fue tiempo de vulnerabilidad, fue tiempo de entrega. Abrí mi coraza y te dejé ver los rincones de mi escondite, para ser así más clara y no tener miedo de empezar de nuevo. Tiré los trozos viejos y rotos para un comienzo. Si esto no hubiera acabado me iría mil veces más sola en autobús con tal de hundirme en tus ojos garzos.
Pero se puede decir que nada de eso va a pasar. Que ya no te haré esas ñoñerías innecesarias que tanto me gustaba regalarte. No volveré a sentirme afortunada de tenerte, sin embargo tampoco desdichada de haberte perdido. Simplemente, te irás de aquí. Poco a poco me olvidarás, dejarás de saber quien soy, no escucharás mis palabras ni las recordarás, no estará presente el tacto de mi piel ni el sabor de mis besos. Reharás tu vida, o mejor dicho, intentarás hacerlo. Seguirás cayendo continuamente en los errores que te marcan, seguirás escondiéndote, no lucharás.
Habría librado mil batallas con tal de tenerte conmigo, pero me toca pelear por mí. Al igual que sé todo aquello, también sé que no te necesito. Voy a seguir mi propio camino, y no estás presente en él. Tal vez tarde tiempo en olvidarte, pasen días donde la nostalgia me invada y te eche de menos, pero mis ojos volverán a brillar con una luz aún más fuerte. Llegará el día donde te odie. Llegará el día donde te quiera. Y después de las emociones que me caracterizan, llegará el día donde me serás indiferente.
Entonces te darás cuenta de lo que has perdido, mientras yo disfruto de lo que he ganado. Aprenderé de esto y me servirá para fortalecerme y afrontar mejor las situaciones.
Esta vez sí, con el corazón en la mano, me despido de ti. Y te agradezco, con verdadero amor, el que me hicieras feliz el tiempo que estuviste conmigo.
Adiós, pajarito.