domingo, 1 de abril de 2012

¿Miedo de la oscuridad?

Hoy me he dado cuenta de algo.
Los cuentos de hadas y princesas, los vampiros y las hadas, todos existen. Las criaturas de nuestras más terribles pesadillas o más bellos sueños.
Lo creáis o no, están presentes, pero de una forma distinta a como las narran los relatos, de una forma dónde no duele tanto verlos, dónde parecen más reales de lo que son... De una forma menos ficticia dónde si podemos creer en ellos, pues están a nuestro alrededor cada día, aunque no nos demos cuenta. Quizá porque no queremos verlos, o por el simple hecho de que somos tan ajenos de lo que se cuece cerca nuestra cómo de lo que ocurrirá el día de mañana.

He conocido los lados más dulces de las personas, bellas criaturas de cuerpos delicados que se esconden porque temen que les hagan daño, pero tratándolas adecuadamente, son extraordinarias.
He descubierto las caras opuestas de una misma moneda, he sabido lo que es el dolor y la alegría, la tristeza y la pena, he aprendido a reír, he conocido la soledad.
He visto seres que se esconden tras una máscara, al igual que otros a los que no les importa ser vistos; unos pocos que saben leer en el corazón de las personas...
Otros tanto a los que les gusta hacer daño y disfrutan con el dolor, algunos que se mantienen al margen de todo... Y cada una de estas criaturas es distinta a la anterior, y tan magnífica como su personalidad dicta.

Y hoy me han mostrado a los hombres-lobo. No son tan peludos como los pintan, ni quizá tan horribles. Son seres opuestos, esclavos de sus instintos salvajes, de esa parte dónde solo hay un cazador que quiere sangre.
Pero, otro lado de ellos tiene miedo a hacer sufrir, sabe que es peligroso y no desea dañar a nadie.
Al menos, mi hombre-lobo es así.

Ahora me pregunto si debería temerlo, pero confío tanto en él que soy tremendamente estúpida al pensar que no me hará daño.
No me alejaría de su lado ni aunque en sus ojos apareciera el brillo salvaje que tanto debería asustarme. Intentaría por todos los medios hacerle volver, que fuera él de nuevo, que la bestia no se le llevara... Y también soy lo bastante inteligente como para saber que no volvería ante mis suplicas y ruegos.
Pero... sí, ciega y tontamente, me he enamorado de un hombre-lobo. Y él no sale las noches de luna llena.

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